Hoy en día tenemos serias dificultades para estar relajados, conectados con lo que estamos haciendo de forma completa. ¿Cómo está tu cuerpo? relajado / tenso / contracturado / dolorido, en una postura cómoda / incómoda; ¿Cómo es tu respiración lenta / rápida / profunda / superficial. ¿Cómo está tu mente? equilibrada / confusa / abrumada / feliz / estresada…
El hecho de hacer las cosas de forma amontonada no nos provoca más que gasto de energía, intranquilidad y estrés. Esta es una situación que nos alcanza más cuando nuestro cuerpo va teniendo menos capacidad de reacción y tolera peor los cambios. Seguro que cuando teníamos 20 años podíamos soportar noches sin dormir y actividades encadenadas sin aparente efecto en nuestra salud. La ilusión y la sensación de futuro de esos años estimulaba nuestro cuerpo y es algo que debemos seguir alimentando de forma consciente a través de nuestra actitud.
Hoy os voy a ofrecer una técnica sencilla para poder recuperar el poder de relajación que tenemos, la cual utilizo siempre que me pillo en un momento de divagación, sin ritmo y falta de concentración:
· Sentado o de pie, como prefieras:
· Junta o entrelaza las manos, estira los brazos lo más adelante que puedas y baja la cabeza; estira la espalda placenteramente.
· Estira hacia arriba, abriendo las axilas. No te olvides de respirar despacio.
· Inclina un poco el torso hacia la izquierda y la derecha, como si quisieras desprender la cintura. No te fuerces ni exijas tu cuerpo: hazlo suave y agradablemente.
· Junta las manos atrás y estira los brazos, abriendo el pecho.
· Estira las piernas, primero con los pies apuntando al frente y luego con los pies para arriba.
· Pisa fuerte con los pies unas cuantas veces, liberando el resto de las tensiones y conectándote con tu cuerpo y tu energía.
· Bosteza ampliamente (si puedes, exhala con “ruido”, ¡descárgate!), o haz gestos con la cara, abriendo grande la boca.
· Continúa de pie (con la columna derecha y los pies bien asentados en el piso) o siéntate cómodamente: los pies separados, apoyados en el suelo, la espalda recta (no rígida), bien atrás en el asiento. En ambos casos, los hombros sueltos, el pecho abierto, el ceño distendido, la mandíbula floja (separa los labios y los dientes).
· Respira. Poco a poco, deja que la respiración se vaya ampliando, haciéndose profunda y pausada.
· Imagina que, en cada exhalación, vas soltando las tensiones emocionales y mentales. Confía en tu intención de liberar todo lo que cargas innecesariamente en el cuerpo y la mente.
¿Cómo te sientes? ¿Más centrado, libre, calmado, confiado? ¿Has comprobado que puedes crear una mejor actitud y es más sencillo de lo que crees?.
Los pocos minutos que dediques a esta práctica obrarán maravillas en tu ánimo y tu salud.
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